Uno de los mayores descubrimientos de la historia de la
arquitectura se produjo en la región de caldea (Baja Mesopotamia). Dado que en
esta zona geográfica no disponían de madera o piedra en abundancia, sus
habitantes hubieron de agudizar su ingenio para construir sus edificaciones.
Aprovecharon la riqueza en limos que proporcionaba la ribera de los ríos Tigris
y Eúfrates para fabricar pequeñas piezas de barro, dando lugar a los adobes y
ladrillos.
La baja resistencia de estas piezas, unida a sus pequeñas dimensiones,
obligaron a los ingenieros y arquitectos a disponerlas de forma radial,
ofreciendo una mayor consistencia que las disposiciones arquitrabadas de
grandes piedras. De esta manera nacieron el arco y la bóveda.
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Puerta de Ishtar de Babilonia. Actualmente el Museo Pérgamo (Berlín). |
Las construcciones mesopotámicas han sido menos durables en el
tiempo por las características del material con que fueron construidas. No
obstante, algunas todavía perduran y el descubrimiento del arco por parte de esta civilización ha
sido de una importancia capital a lo largo de toda la historia de la construcción.
Las civilizaciones egipcia y mesopotámica comparten el gusto por
las construcciones gigantescas, pero hay otra característica que las distingue,
la funcionalidad de sus templos. Mientras los egipcios los utilizaban
únicamente como lugar sagrado donde albergar a los difuntos de la familia real,
los templos mesopotámicos constituían ciudades enteras. Las pirámides
escalonadas o zigurats (solución al problema de apilamiento de piezas)
constaban de plazas y sectores de habitación, reservando la zona más alta al
templo propiamente dicho.
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Esquema de un Ziggurat |
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Ziggurat de Ur, Baja Mesopotamia, Tributo al Dios Sin. Construcción 2111-2046 a.C. |